Esta página es privada, introduce nombre de usuario y contraseña para acceder al contenido:
Inmerso en la tempestad del mundo, la búsqueda de Fausto implica el esfuerzo en una ascensión hacia el dominio del conocimiento infinito, una ascensión inevitablemente fallida en la que nunca podrá alcanzar el supuesto último peldaño. [Leer más...]
Se representa aquí la atmosfera del camino infernal que Fausto, próximo al final de su vida, ve como el inevitable sendero de condenación que podría al fin privilegiar su acceso a un poder salvador y transformador tan humanamente inalcanzable como la total sabiduría que se le negaba. [Leer más...]
Sentado ante su visión de la complejidad del mundo, Fausto medita en espera de más luz. El mundo carece del sendero que precisa su afán de encontrar una forma superabundante de confluencias reveladoras: la figura final de una transformación cuyo germen ya reside en la existencia primordial. [Leer más...]
Arrancado de todo aquello donde es inevitable su esencia infernal, Mefistófeles, como una bestia apegada a lo terrenal desde su raíz a toda superficie condenada, se lanza como una misteriosa fiera de inagotable energía, imbricada a través de los espacios y horizontes [Leer más...]
La desolada y vasta escena exterior expresa como espacio simbólico lo expectante y contradictorio del estado espiritual de Fausto. Son como los campos de toda su alma en juego, y el sobrecogedor horizonte se extiende como alegoría: Fausto se asoma a un más allá potencialmente salvífico [Leer más...]
Dividido hasta el infinito, ante la inminente efectividad del pacto con el demonio, Fausto vacila y reta a Mefistófeles, quien deberá conseguir lo que el sabio considera un imposible: la perfección del instante, la absoluta satisfacción del cuerpo y del espíritu, algo que acaso únicamente [Leer más...]
Lo eterno femenino, ese prodigio de la suma de las fuentes generatrices que, según Goethe, es el enigma que él nombra las Madres, avanza en esta imagen alegórica como el arma divina de la acción en tanto fundamento de los cambios benéficos, enfrentando y [Leer más...]
Fausto es progresivamente conducido ante la posibilidad de poseer la belleza femenina arquetípica, de raíz clásica, homérica, la cual Mefistófeles verterá para él en el molde real de una mujer concreta que todavía Fausto no conoce, pero que está ya pisando su umbral [Leer más...]
Los astutos ardides de Fausto y de su guía tenebroso aparecen simbolizados a la derecha. A la izquierda, la mutación de Margarita en criatura trágica, incitada pero aún inocente, sin culpa propia al concurrir en la infernal escalada de Fausto, pero ya a la sombra de los futuros y [Leer más...]
Margarita duda al inicio del romance y recurre al oráculo de la flor que deshoja para pretender alguna certeza de que el súbito amor de Fausto es auténtico. Intuye que el deslumbramiento que muestra por ella el recién llegado podría no tener una raíz tan clara, profunda e inocente [Leer más...]
El espíritu sobrenatural invocado por Fausto, se representa aquí rodeado de vapores y fuegos, raíces y residuos minerales y biológicos de toda suerte, marasmo de las profundidades de donde van siendo entresacadas las lianas de la terrible alianza. [Leer más...]
Mefistófeles, dueño y señor de las almas y de las carnes de los condenados, conduce gradualmente a Fausto —quien, de perder la apuesta, será su próxima presa—, y se encamina hacia la consagración de su triunfo como Maestro en las artes infernales. [Leer más...]
Margarita, ensimismada y a la vez levitante, crece como una flor de luz que se va apartando de Fausto desde adentro hacia afuera. Su esencia sigue inmaculada y Dios la llama; ha estado de su lado a pesar de las tentaciones y los desastres sufridos de manos de Fausto y Mefistófeles. [Leer más...]
Reclinado en su polvoriento estudio y acosado por sus angustiosos pensamientos, Fausto nota que ha sido seguido por un misterioso perro de aguas, tan subrepticio que ya prefigura al demonio. En soledad, Fausto se queja de la imperfección humana atrapado en el círculo [Leer más...]
Con su capa tentadora Mefistófeles tira de Fausto en dos sentidos: hacia un horizonte ilusorio y hacia el final de un puente que se abisma. La dirección es una sola, y los interminables pliegues del tejido del mal descienden hacia la perdición. [Leer más...]
Una vez sellado el pacto, Mefistófeles invita a Fausto a conocer el mundo de su mano: primero el pequeño y luego el gran mundo. Le ofrece un lugar de privilegio a su lado, como el iniciado predilecto, sobre su capa convertida en mágica alfombra. [Leer más...]
Abstrusos enseres cuelgan retorcidos bajo un alto techo que deja girar y disiparse, unos en otros, los mágicos vapores del brebaje que prepara la bruja, requerido por el demonio para transformar a Fausto. Ante ellos, despliega un pequeño teatro de ecos alquímicos [Leer más...]
Tras el caos alucinante de la noche de Walpurgis, Mefistófeles conduce a Fausto por el Brocken, en las alturas de Harz, como Virgilio a Dante por las entrañas del infierno. Abrumado por el misterio de la mística región, Fausto se siente sobrecogido ante la lejanía aparente de un Dios que pareciera [Leer más...]
Fausto en la reunión de filósofos enmascarados descrita en el capítulo Sueño de la Noche de Walpurgis. Al fondo, tras un puente como símbolo de los tránsitos entre las diversas dimensiones de realidad, se empinan las alturas del místico Harz en el horizonte [Leer más...]
Fausto atraviesa nuevamente los espacios junto a Mefistófeles, ahora sobre hechizados corceles y rumbo a la prisión de Margarita. La premura desconsolada de Fausto que pretende salvarla se le une al agobio a causa de la insoslayable compañía de Mefistófeles [Leer más...]