Inmerso en la tempestad del mundo, la búsqueda de Fausto implica el esfuerzo en una ascensión hacia el dominio del conocimiento infinito, una ascensión inevitablemente fallida en la que nunca podrá alcanzar el supuesto último peldaño. Es un impulso condenatorio nacido de su angustia personal y del resultado fatídico de la interpretación de las inmanentes fuerzas naturales como totalmente dominables de algún ignoto modo, las cuales, sin embargo, durante todo el proceso de ascenso, se le interponen imperativamente como algo demasiado profundo y extremo para no proceder de lo divino, estableciendo así la evidencia de la necesidad del fracaso humano ante la voluntad de domarlas absolutamente.
Es la paradoja del sabio que al final del camino recorrido se reconoce como eterno aprendiz, pero no humildemente, sino frustrado ante la brevedad de la vida, siempre en equilibrio precario y en lucha con los anhelos del propio espíritu sediento de respuestas ante leyes que a cada paso quiebran y transfiguran la imagen de lo existente con la infinitud violenta del hilo del cosmos.
¿Mediante qué poder se somete a todos los elementos?
¿No es la armonía que surge de su pecho
La que le impulsa a abrazar el mundo en su corazón?
Cuando la naturaleza va envolviendo, indiferente,
La infinita longitud del hilo en el huso…
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