Un libro es el resultado de una conjunción de elementos que determinan su contenido y su aspecto, pero el libro va más allá de una recopilación de datos o de recoger una historia, es una huella de quien lo concibió y el testimonio de una época.
La responsabilidad del editor por ello, es muy alta porque decide qué van a leer los lectores y cómo lo van a hacer: el título, el autor, la traducción; el diseño, su composición, el tipo de papel, y especialmente, su aportación, su capacidad de trascender como obra original.
Si además se trata de una obra de alta bibliofilia, en la que sus propias particularidades la hace deseada y perseguida como objeto de colección, cada detalle, cada proceso, debe mimarse con sumo cuidado.