Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán, fue, en palabras de George Eliot, «el más grande hombre de letras alemán… y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra». Influyó profundamente en el Romanticismo a través de su pensamiento y de su obra, que abarcó desde la novela, la poesía lírica, el drama e incluso controvertidos tratados científicos.
Su extraordinaria curiosidad por descubrir nuevas culturas, nuevas lenguas y nuevos mundos, le llevó a dominar doce idiomas, viajar, e interesarse por la literatura de países exóticos a los que tuvo acceso gracias al ímpetu colonialista europeo: conoció toda la literatura china accesible, poesía serbia, teatro clásico sánscrito y sobre todo, Las mil y una noches, que le acercó al mundo árabe. Uno de los escritores que más impresión le causó fue el poeta persa medieval Hafez, que le llevó a escribir el Diván de Oriente y Occidente.
Los gustos cosmopolitas de Goethe fueron, en muchos casos, criticados por sus contemporáneos pero sin duda, le abrió a un mundo nuevo e inexplorado que había comenzado con el imperialismo europeo y su necesidad de aprender de las lenguas nativas y de sus sistemas de escritura. Fue entonces cuando surgió la necesidad de traducir textos, creándose la primera generación de orientalistas que se enfrascaron en su estudio y reproducción.
Goethe entendió pronto que aquello suponía un punto de inflexión en la literatura. Ya anciano, en una de sus disertaciones con su ayudante Johann Peter Eckermann, salmodió: «Ha llegado la era de la literatura universal y cada cual debe poner algo de su parte para que se acelere su advenimiento». Sin quererlo, Goethe acababa de dar con un término nuevo de una gran trascendencia.
Su viaje a Sicilia le había hecho reflexionar sobre el concepto de universalidad; los textos traducidos de Los viajes de Marco Polo, o Chinese courtship, le acercaron a otra concepción de la literatura; y eso, le llevó a concebir esa nueva visión de «literatura universal».
Goethe había comprendido que la literatura se estaba expandiendo, cada vez había más literatura disponible de más períodos y lugares para más gente que nunca. La literatura se estaba transformando en un todo integrado y único. Y todo ello, se sustentaba en la labor poco reconocida de los traductores.
Hoy en día, la fundamental y decisiva tarea de los traductores, sigue siendo el pilar para acceder a la literatura universal en este mundo globalizado, por ello, es primordial poner en valor su labor pero también es importante elegir, de entre todos ellos, aquel que sepa captar la esencia del idioma, del contexto y del sentido del escritor en la época que fue concebido, para traerlo a nuestro tiempo, de la forma correcta.